A las puertas del cielo, donde las cumbres del Alto Atlas las nubes, el Ksar Ighnda se oculta entre los olivos y almendros plateados y los aromas de los jardines. Es un lugar atemporal, un santuario de silencio donde la montaña donde la montaña respira e invita a bajar el ritmo.

Los muros de tierra ocre mantienen fresca la mañana. En el jardín, el agua canta suavemente en la fuente, las flores del jardín se mecen con la brisa se doblan con la brisa, y en el estanque o al pie de la cascada, las ranas ranas te saludan al pasar. Aquí, cada piedra parece llevar un antiguo cada bocanada de aire susurra una llamada a volver a uno mismo.

Al amanecer, la luz dorada acaricia las cumbres y despierta el alma. El día comienza con una sesión de despertar muscular y un ritual deportivo "matinal milagroso". ritual matutino, con el cuerpo estirándose al ritmo del viento. Luego viene una aromática tisana y un desayuno con sabor dulce, preparado con fruta y miel de montaña.

Los caminos se abren entonces para caminar. Paso a paso paso a paso, visitando kasbahs cargadas de historia y descubriendo tradiciones tradiciones bereberes. Cada paso aligera, cada respiración purifica.
Por la tarde, el hammam libera sus fragantes vapores. La piel se regenera, el cuerpo y la mente se calman. El tiempo se desvanece, dando paso a una suave claridad interior.

Al atardecer, las terrazas se iluminan. El cielo, vasto y puro se llena de estrellas. Compartimos una comida ligera -un tagine de verduras, una sopa aromática un té de verbena- al discreto calor de la noche marroquí. Noche marroquí.
Y mientras la montaña se duerme, puedes sentir la paz instalándose, profunda, benévola, casi eterna.

Este viaje no consiste sólo en viajar.
Se trata de un renacimientoun retorno a la respiración, a la sencillez, a lo esencial. lo esencial.