Sólo el patrimonio oral es portador de las épocas inmemoriales de las comunidades que han poblado la región sudoriental de Marruecos. El ahwach es una rama de este patrimonio. Un arte que combina la danza y la poesía cantada. Encarna el crisol étnico y la concepción que las comunidades bereberes tienen del mundo y de sí mismas. Es una tradición concebida y practicada por hombres y mujeres como medio de transmitir su historia y escapar así al olvido. Es también una forma de retroceder en el tiempo para comprender el modo de vida y de pensar de las comunidades amazigh de antaño. Así pues, el Ahwach es ante todo una creación artística, un medio de expresión que se salta lo ordinario y utiliza el gesto, la palabra y el movimiento corporal para expresar diferentes mensajes sin transgredir la etiqueta social y respetando una rigurosa elegancia. Estos mensajes, sin embargo, abordan los tabúes de la comunidad para superarlos sin socavar el equilibrio del colectivo. En una sociedad tan conformista, el Ahwach es una brecha de libertad, capricho, locura, embriaguez y fantasía tanto para las mujeres como para los hombres. Con Ahwach, los cuerpos arden, las lenguas se desatan sin miedo y la imaginación no conoce límites. Mujeres y hombres utilizan la poesía y la danza para crear un mundo donde el cuerpo, el alma y el espíritu puedan florecer. El ahwach también merece el estatus de forma artística por derecho propio, ya que transmite los valores y el modo de vida de la comunidad amazigh en tiempos pasados. De ahí la necesidad de transcribirlo a otros soportes más modernos con fines educativos y de programarlo en los institutos de formación artística. Puede que el ahwach sólo sea una tradición bereber, pero se hace eco de una historia compartida y plural, la de los numerosos pueblos y culturas que han vivido o pasado por el sureste de Marruecos. Esta danza se ofrece en el Riad para amenizar veladas y comidas.